viernes, 20 de noviembre de 2015

Sarah

          Sarah Mbah tenía apenas siete años cuando las “fuerzas de control” asaltaron su casa a las afueras de Johannesburgo con la intención de capturarla. En menos de cinco minutos la División de control sobre individuos con habilidades especiales (C.D.I.S.A. en sus siglas en inglés) había penetrado en su casa, la había capturado y encerrado en un vehículo de transporte especial, mientras que arrastraban a sus padres a otro vehículo policial.

          Podía considerarse afortunada ya que, por lo general, las fuerzas policiales solían dar con los dotados cuando apenas tenían unos días de vida. Según el artículo segundo de La Confederación de Gobierno Terrestre, todos aquellos dotados de habilidades especiales debían de ser entregados a las autoridades para su “acondicionamiento”. Nadie sabía en que consistía esto, pero los recién nacidos jamás eran devueltos a sus familias, por lo que no era extraño que estas trataran de ocultar a las autoridades el nacimiento de niños dotados, especialmente después de que el edicto de Sydney prohibiera tener más de un hijo por familia para evitar la superpoblación. En menos de cinco minutos la División de control sobre individuos con habilidades especiales (C.D.I.S.A. en sus siglas en inglés) había penetrado en su casa, la había capturado y encerrado en el vehículo de transporte especial, mientras que arrastraba a sus padres a otro vehículo policial.

          Los siguientes días pasaron entre controles psicológicos, pruebas médicas, sedantes y camillas blancas. Multitud de médicos y enfermeras apuntaban constantemente datos de ella en una pequeña tableta, y le pedían amablemente que realizara algún tipo de prueba. Compartía habitación con una niña rubia de unos tres años que no paraba de sollozar en silencio y parecía incapaz de hablar. En ocasiones ocurría que los niños dotados sufrían algunos conflictos psicológicos que les generaban ese tipo de dificultades. En otras, simplemente morían al despertarse las habilidades, por lo que el porcentaje de dotados que alcanzaban los diez años de edad eran menos del cincuenta por ciento, especialmente entre los “no censados”.

Sarah averiguó el nombre de su compañera cuando el segundo día una enfermera trataba de convencerla amablemente para que comiera, mientras la abrazaba y trataba de contener el llanto de la niña. Había algo en la escena que la intranquilizaba, pero tardó bastante tiempo en comprender que era: la aparente bondad y preocupación de la enfermera se quedaban en su voz y sus gestos, pero aquellos hermosos ojos verdes permanecían fríos y ajenos. Fue entonces cuando Sarah comprendió que a aquella gente no le importaba nada el destino de ella o de Elizabeth.

          Al día siguiente, un doctor alto y con cara seria colocó la mano en la espalda de Elizabeth y le dijo con tono tranquilizador que iban a hacerle las últimas pruebas. Media hora mas tarde entró la enfermera de ojos verdes, cambió las sábanas de su cama y Elizabeth no volvió a entrar por la puerta.

          Tras una semana agotadora el médico jefe la felicitó por su buen comportamiento y le dijo que todo había ido bien, que era una afortunada y que su vida real comenzaría muy pronto. Sarah no sabía que significaba aquello, y mientras se le pasaban los efectos de los sedantes no paraba de rogar que le dejaran ver a sus padres. El doctor le contestó que eso era imposible, pero que se alegrara por sus padres, ya que de haber fracasado en sus pruebas sus padres abrían ido a la cárcel acusados de permitir el desperdicio de su capital genético. Por supuesto ella seguía sin entender nada, pero le pareció que aquel hombre acaba de amenazar a sus padres e hizo el esfuerzo de tranquilizarse, ya que no quería que les pasara nada malo. La vistieron con un traje azul claro, que la certificaba como dotada recién descubierta y la montaron en un tren electromagnético en dirección norte.

        Existían en todo el mundo quince grandes ciudades-academia en la que los dotados eran entrenados y educados. La academia que acogió a Sarah se encontraba en el la costa norte de África, justo dónde se había fundado la antigua Alejandría antes de ser arrasada por la armada británica durante las guerras del agua del 2.116 d.C. Ciento veinte años más tarde se elevaba allí La Biblioteca, llamada así en honor del gran centro de saber que se había levantado en el mismo lugar en la antigüedad.

          Sarah observó asombrada los grandes rascacielos de ferrocemento que surgían a la orilla del río ocupando cada metro desde el Lago Adra hasta la antigua Necrópolis. Pero el edificio mas espectacular era sin lugar a dudas la gran pirámide de cristal plateado que sobresalía en el centro de la isla de Pharos. Aquella inmensa y grácil mole de trescientos metros de altura era el edificio desde el que se gobernaba todo el sector africano, uno de las nueve grandes divisiones administrativas que gobernaban el planeta tras la instauración de la Pax Máxima en el 2.130 d.C. Sarah no pudo evitar suspirar impresionada, aunque echara de menos a sus padres, a sus amigos y a sus dos perros, lo cierto es que aquel lugar era simplemente espectacular. Desde luego no parecía un mal lugar dónde pasar los próximos once años de su vida, o eso creía.

         Los siguientes tres años de su vida fueron terribles. La escuela infantil era un muy solitaria, con una belleza aséptica y ordenada, en la que hasta el olor recordaba a un hospital. Los compañeros con los que le tocó compartir escuela habían sido educados durante toda su vida con el único objetivo de responder a las expectativas de la confederación. Habían sido entrenados para alcanzar su máximo potencial físico y psíquico, así como para desarrollar sus capacidades extraordinarias, de modo que cuestiones como la amistad les resultaban superfluas por completo. Las jornadas eran agotadoras, desde el amanecer hasta bien entrada la tarde se alternaban las clases físicas y teóricas, para finalizar el día con varias horas con tutores especiales que les enseñaban a controlar y desarrollar sus habilidades.

         Las habilidades se dividían en tres tipos diferentes, aquellas que se basaban en alterar las características físicas del individuo, las que potenciaban las capacidades intelectuales y las que se basaban en controlar la materia. Oficialmente eran llamados grupos uno, dos y tres, aunque los chicos solían autodenominarse “Físicos”, “Psíquicos” y “Elementales” seguramente influenciados por alguna novela de fantasía antigua o algún videojuego. Por supuesto, en su mayoría esas habilidades eran muy débiles, y apenas los diferenciaban de los humanos no dotados, pero de vez en cuando, uno cada cien mil, uno cada generación, surgía un dotado superior que hacía dar un salto cualitativo a la humanidad hacia el brillante futuro en el que se asentaban las esperanzas de la confederación.

         Al cumplir los 10 los niños eran enviados a diferentes centros según sus capacidades. Algunos (casi siempre “físicos”) estaban destinados a entrar en las academias de las fuerzas del orden, otros recibirían unos estudios científicos superiores y los menos serían destinados a la escuela interna, aquellos que por sus capacidades físicas, mentales o elementales, eran considerados aptos para ser los líderes visibles del futuro, aquellos que debían inspirar a las siguientes generaciones. Y fue a esta última a la que enviaron a Sarah, ya que se consideró que su capacidad para analizar datos y extraer conclusiones sería muy útil para los gobernantes y generales confederados. 

       Algunos de sus profesores lamentaban que se destinara a esa tarea a una psíquica cuya capacidad matemática le permitía incluso prever las actuaciones de las personas si se le daban suficientes datos para ello, ya que era capaz de extrapolar multitud de elementos no matemáticos en complejas ecuaciones y sacar de ellas resultados aplicables a la realidad. Según su tutor era la matemática más talentosa que había pasado por su escuela, y una clara candidata a ser uno de esos “elegidos” sobre los que se enseñaba a los niños  y se emitían documentales en las pantallas de todo el mundo. Sin embargo, los intereses de la escuela interna prevalecieron y se le otorgó el traje gris y blanco que era propio de los alumnos de esa selecta organización.

        Una de las principales asignaturas dentro de la escuela interna era Historia, en la que los alumnos aprendían los orígenes y pilares fundamentales de la confederación. En una ocasión el profesor estaba contando por enésima vez cómo, tras las guerras por el agua de inicios del S. XXII, la humanidad había perdido casi un tercio de su población total y de gran parte de los recursos naturales, y cómo habían surgido los dones de forma espontánea en la humanidad.

—“El primer dotado resultó ser un chico de La India, que podía levantar su propio peso 4 veces sin apenas sudar, y tras él vinieron otros muchos. Aquella situación amenazaba con acabar con la reciente paz, y muchos países temían que alguna nación usara a sus dotados para comenzar una nueva guerra. Fue por esto que se decidió crear el sistema de academias para controlar a los dotados e impedir que un país pudiera usar a sus dotados contra otro.”

          Aquello era algo que todos los niños, incluso los no dotados sabían, era parte fundamental de la educación, sin embargo, lo que vendría a continuación no solía debatirse en las escuelas públicas.

—“La aparición de La Confederación Terrestre fue un paso lógico después de esto. Con las academias desapareció la idea de nación. De repente se creó una elite que era conciente de que en realidad todos los humanos debían de ser iguales sin importar su origen, de modo que las naciones fueron sustituidas por la confederación y se instauró la escuela interna para el buen gobierno de esta. Por supuesto el proceso no siempre fue pacífico, en recién nacido Imperio norteafricano, Estados Unidos del Este y La Unión Neosoviética se mostraron en contra, pero debilitados como estaban por la guerra no fueron capaces de resistirse al espíritu reformista. Después de dos años de duras negociaciones y algunas escaramuzas menores La Confederación Terrestre sería una realidad absoluta.

Por supuesto algunos grupos secesionistas y radicales seguían manteniendo que todo eso era una locura, y que los dones eran producto de unas investigaciones genéticas por parte de La Unión Europea y de La República Popular China, las grandes derrotadas de las guerras del agua. Sin embargo esto jamás ha sido probado y hoy en día los historiadores lo consideran algo ridículo

Gracias a la aparición de este nuevo sistema, la sociedad ha alcanzado un punto de bienestar jamás alcanzado antes, y ya no hay ciudadanos esclavos cómo en la antigua Roma, ligados a sus señores cómo en La Europa medieval o destinados a trabajar a sol a sol cómo durante la revolución industrial. Los diferentes sistemas económicos siempre se han basado en aprovecharse de un grupo humano por el bien de otro, algo con lo que ha acabado la sociedad actual…”

—Pero señor Antío —Dijo una alumna, interrumpiendo la clase, algo sumamente poco habitual— En la sociedad actual, ¿no somos los dotados unos privilegiados que tenemos todo el poder? ¿Eso no nos convierte en el grupo opresor y a los no dotados en nuestros esclavos?
—Por supuesto que no, ya que, mientras que en tiempos anteriores lo que se buscaba era el beneficio de esos grupos afortunados, en nuestra sociedad nosotros gobernamos para ellos y los guiamos en busca de un ideal de sociedad cada vez más próspera e igualitaria.
—Mmm… comprendo señor.
—Bueno, por hoy hemos terminado — acabó el profesor, cinco minutos antes de la hora habitual— Recuerden traer leídos para mañana los próximos quince artículos de edicto de Sydney por favor.

….

            Horas después el profesor Antío mantenía una conversación a través de la red confederada con el decano de La Biblioteca y el gobernador del sector africano.

—Si señor, lo comprendo, pero… ¿No se puede hacer nada? Es realmente prometedora, podríamos desplazarla a otra escuela.

—Me temo que no, ya es tarde, y esas ideas son muy peligrosas.

—Sólo era una pregunta, ni siquiera la desarrolló en profundidad y la abandonó rápidamente.

—No desconfiamos de su capacidad cómo profesor, pero no podemos arriesgarnos, este momento es muy delicado, no podemos permitirnos esas ideas subversivas. Una pequeña semilla puede convertirse en un árbol, y este puede tener frutos envenenados.

—Comprendo, supongo que ya es demasiado tarde para ella.

—Exacto, mañana por la mañana no estará en su cama, la sección especial de la C.D.I.S.A. se encargará de ello. El señor decano ya tiene los papeles en orden, y si algún alumno pregunta usted dirá que la chica a sido trasladada a la academia de Berlín. Si realmente era tan brillante, eso no resultará tan extraño — Tras esto el gobernador cerró la conversación sin despedirse si quiera.

          El profesor no pudo evitar un escalofrío al pensar en los escuadrones negros, tal cómo llamaban los rumores a las secciones especiales de las fuerzas de control, y que eran las encargadas de realizar las tareas “que debían hacerse” usando el eufemismo habitual. Antío, además, observó que el gobernador ya hablaba en pasado de su alumna.

—Perdone profesor, pero necesito los datos completos de la chica para poder acceder a su perfil y borrarlo. — Pidió el decano, interrumpiendo las reflexiones de Antío.

—Por supuesto, disculpe. Elizabeth Autumn, de Johannesburgo, señor.