Hace
ya dos semanas que ella se marchó. Simplemente se fue.
Llegué
un día a casa después del trabajo y ella me esperaba en la cocina con sus
maletas preparadas.
-“Me
marcho a casa de mi madre, ya no lo soporto más”- Dijo. “Llevo mucho pensándolo,
necesito tiempo”
Necesito
tiempo necesito tiempo… ¡qué estupidez!, ¡qué recurso tan manido!, ¡qué mentira
tan cruel! Es la mayor de las cobardías que puedes hacer a alguien a quien un
día amaste y que sabes que aún te quiere: dejarlo colgado, esperando un regreso
que sabes que no ocurrirá. Nadie que de verdad piense que puede volver se
marcha llevándose sus libros y dejando las llaves en la mesa, justo dónde
siguen catorce días después.
Supongo
que ya estoy un poco mejor. Ayer abrí las ventanas (aunque siendo sincero, fue
porque el olor a cerrado en mi habitación estuvo a punto de dejarme calvo
cuando volví del baño) y hace 16 horas y
media que no entro a su perfil de Facebook, a este ritmo dejaré de pensar en
ella en un año y cuatro meses. En serio, lo he calculado.
No
puedo seguir así, necesito ir a comprar, y hoy he tenido que tirar la leche por
el retrete antes de que cobrara vida y
me atacara. Tengo que salir a despejarme, así que me armo de valor y aunque son
las 11 de la noche, me pongo una chaqueta, cojo mi mp3, la llave de casa y salgo por
la puerta.
Siempre
me ha gustado caminar de noche por la ciudad, acaba de llover hace unas horas y
se respira un aire fresco y tranquilo. No hay mucha gente en las calles y las
luces se ven difuminadas en la limpia atmósfera.
La
primera canción que suena en mis auriculares es “Bad Moon Rising” de los
Creedens. Alzo la mirada hacia la luna llena y pienso que parece tener una
belleza tranquila, como si quisiera consolarme. No tengo ninguna meta en mi
mente, así que me dirijo hacia la universidad, que se encuentra muy cerca de mi
casa.
Al
pasar por delante de la fachada de la biblioteca veo algunas luces encendidas.
Supongo que algunos estudiantes apuran la última noche antes de un examen
mientras miran por la ventana cómo algunos de sus compañeros se emborrachan en
los pubs cercanos.
Acaba
“Demons” (Imagine Dragons) y comienza “Cry me a river” mientras pienso que yo
debería estar en la universidad, pero que no seguí estudiando por su culpa.
Cuando acabé mi carrera quería estudiar un máster, pero ella quería que nos
fuéramos a vivir juntos y necesitábamos trabajar para pagar los gastos, de modo
que busqué un trabajo en una tienda y comencé a ahorrar para hacer el máster en
el futuro. Cuatro años después tengo cuatrocientos euros en el banco, un
alquiler que pagar a solas y una oportunidad perdida de haber perseguido mis
sueños.
Vale,
lo admito, ahora estoy siendo cruel e infantil. Aquello no fue culpa suya.
Después de 3 años de noviazgo yo también quería vivir con ella. La había
conocido en tercero de carrera por un amigo en común al que hace años que no
veo, la historia de siempre. De hecho creo que a Alejandro le gustaba ella, y
que yo se la robé, aunque nunca lo supe seguro.
En cuestión de
un mes nos vimos de forma fortuita tres o cuatro veces y siempre tuvimos
conversaciones de horas, en las que comprendí que teníamos tantas cosas en
común que no la podía dejar escapar. Después del tercer encuentro le pedí el
teléfono y dos días más tarde fuimos al cine y nos besamos por primera vez.
Mientras
“Enter Sandman” de Metallica me golpea recordándome que no debo pensar en Marta
ni regodearme en el pasado, cruzo el parque al que solíamos venir por las
tardes a pasar el día con su sobrino y comienzo a creer que tendré que mudarme
de ciudad si no quiero pensar en ella. En el parque hay bastante gente pese a
la hora. Por el camino central avanza una pareja que se da la mano mientras
ella apoya la cabeza en el hombro del chico. Espero que sean felices y que ella
nunca “olvide” llevarse las llaves al irse a casa de su madre. ¡Joder! Me estoy
volviendo un imbécil. Ella es preciosa y se la ve muy enamorada, y él
obviamente está en una nube. Aunque quizá algo tenga que ver el que esté
aprovechando su altura para escudriñar entre el escote de ella. R.E.M canta “Bad Day” en
mis oídos mientras me obligo a desearles suerte mentalmente.
Sigo avanzando
hacia el norte por una calle que solía recorrer casi a diario para ir a
trabajar, y lo digo en pasado porque supongo que a estas alturas ya me habrán
despedido. Al parecer dejarme guiar por mis pies me está llevando por las zonas
de la ciudad que me son familiares. Un autobús se detiene en una parada frente
a mí y mis ojos se fijan en una chica que está sentada en la última fila.
Se trata de
una chica mona, pero no espectacular, con gafas, pelo negro y largo. Vamos, que
si estuviera para esas cosas, sería justo mi prototipo, no como mi ex. Esta
chica del bus, a la que mentalmente he llamado Liz, está con la cabeza apoyada
en la esquina y su mochila abrazada contra el pecho. Tiene una mirada pensativa
y cansada, como si terminara una larga jornada y fuera de vuelta a casa. Me
llama la atención que no esté mirando el teléfono, algo casi extraterrestre, y
me entran ganas de sentarme a su lado y compartir con ella mi auricular derecho
ya que estoy seguro de que le encantaría “Big Girls Cry” de Sía.
El
autobús cierra las puertas y continúa su ruta. Obviamente yo no estoy dentro
sentado junto a Liz y siento que no es la primera vez que pierdo una oportunidad.
Me encojo de hombros y continúo caminando sin rumbo, escuchando “Good Golly
Miss Molly” de Little Richard, y empujado por el ritmo acelero el paso mientras
un grupo de chicas asiáticas salen de un pub irlandés. Al menos dos van totalmente
borrachas y charlan entre ellas a una velocidad imposible mientras pasan a mí
alrededor.
Me siento como
si pasara entre un grupo de colegialas ya que ninguna me llega más arriba del
pecho. Por un momento sonrío ya que me hace gracia ser arrastrado por un
tsunami de asiáticas borrachas. Desde luego sería un final épico. Los Beatles
finalizan “A Day in The Life” y Jhonny Cash comienza “Hurt”, supongo que mi mp3
ha decidido que lo que tocan son canciones melancólicas.
Unos
treinta minutos después llego al puente que pasa sobre la estación de tren. No
estoy muy lejos de mi casa así que supongo que debo haber caminado en
círculos, algo que no me extraña ya que realmente soy muy malo orientándome.
Miro mi mp3 y al lado del nombre de la canción veo que aún me queda un veinte
por ciento de batería, de modo que sigo caminando y escuchando “Man in the
Mirror” de Michael Jackson.
Siempre
me ha gustado las vistas desde este puente, e incluso a veces me siento en la
parada de autobús que está justo en medio sólo para disfrutar del paisaje,
mirando a los altos edificios y hoteles de ambos extremos. Siendo más joven me
imaginaba viviendo en uno de los áticos, montando fiestas y poniendo la música
a todo trapo. Por su puesto nunca he tenido dinero suficiente para hacer algo
así, y además mi gusto musical no suele triunfar en las fiestas, porque por
buenas que sean “Roulette” de System of a Dawn o “Be my baby” de The Ronettes
no son canciones para eso.
Cinco
por ciento de batería y me dirijo a mi casa escuchando “I Want to Break Free”
de Queen acortando camino por un par de callejones. Por algún motivo acelero el
paso, ya que siento que debo volver a casa antes de que acabe la música.
Sentadas
frente a un bar hay dos chicas bastante monas, una rubia y otra morena.
Mientras la primera se maquilla, la otra charla por el teléfono. Obviamente
deben de ser habituales del local, ya que les han dejado sacar los vasos llenos
a la calle, que tienen en el suelo, justo entre las piernas. Es extraño, pero
la escena me resulta familiar, supongo que no es la primera vez que me cruzo
con ellas.
Llego
a un semáforo frente a mi casa justo cuando comienza “No puedo vivir sin ti” de
Coque Malla. Adoro esta canción pero en este momento es como una puñalada. Acelero
y cruzo la calle sin fijarme en el tráfico.
En
ese momento un coche me encandila con sus faros cuando estoy a medio camino de
la otra acera. Segundos más tarde el mp3 agota su batería y cae al suelo sin
que yo llegue a escuchar el final de la canción…
…
Hace ya dos semanas que ella se
marchó. Simplemente se fue.
Llegué
un día a casa después del trabajo y ella me esperaba en la cocina con sus
maletas preparadas.
-“Me
marcho a casa de mi madre, ya no lo soporto más”- Dijo. “Llevo mucho pensándolo,
necesito tiempo”…