Amanecer a las cinco de la mañana
Seguro que alguna vez te has despertado en un
lugar nuevo y completamente desconocido, sudando desconcertado y preguntándote ¿Qué
hago yo aquí? El terror de no recordar en qué momento entraste en aquel lugar,
cuando decidiste que a la mañana siguiente amanecerías en aquella cama.
La luz de la madrugada entra por
la ventana y te despierta inmisericorde. Cinco de la madrugada y apenas has
descansado. Automáticamente te asalta un segundo sentimiento: la soledad. De
repente te das cuenta de que no recuerdas a tu familia, a tus amigos, tu
antigua casa. Tu espalda se queja y tus ojos no quieren abrirse. Miras a la pared buscando la foto de tu
novia, la imagen de tus amigos en aquel concierto o el póster de Pulp Fiction,
y solo te saluda el color blanco, o si eres realmente desafortunado, un
espantoso papel de pared estampado.
Lanzas tu mano hacia la izquierda
para coger tu teléfono y comprobar la hora y el dolor te sacude al golpear la
pared: ahora no tienes mesa dónde poner tus cosas al lado de la cama, así que
toca levantarse y coger el móvil del escritorio. Lo siento, ya es tarde y te
has desvelado, de modo que abres tu portátil y comienzas a escribir.
Hace meses que no escribes más de
un párrafo y no sabes cómo empezar. Sonríes. Por fin un sentimiento que te
resulta familiar.
Según las ideas van apareciendo y
tus dedos flotan, tu memoria va regresando. No te han secuestrado y te han abandonado
en ese lugar desconocido: tú decidiste venir. Hace unos meses, quizá unos años,
comenzaste a ahorrar y hacer planes, pensando en buscar un futuro mejor, o huir de un pasado complicado.
Decidiste con dolor dejar atrás a
tu familia, a tus amigos, a tu mascota y a tu antiguo amor, incluso a tu
preciada colección de libros. Otros quizá echen de menos su consola o su coche.
Seguramente muchos si algo no añoran son el amor fallido que dejaron atrás, los
problemas familiares, el paro, la monotonía y la falta de esperanza, No todo lo
que tenías podía ser bueno o no te habrías marchado.
Monotonía… supongo que no es tan
fácil huir de ella, ha venido contigo en la maleta, junto al disco duro
portátil y tus dos libros favoritos. Los primeros días permaneció escondida
debajo de la cama del hostal, agazapada para atacar cuando menos lo esperaras.
Te quedan 2 horas para vestirte y
salir hacia el trabajo…
Cuando recuerdas esto último
otras cosas vienen con ello: tienes un trabajo, quizá no el de tus sueños, pero
suficiente para vivir por ti mismo y permitirte algún lujo, algo que quizá
antes no podías: por fin algo bueno. Y así se te activa otra parte de la memoria.
No estás sólo, viniste con
amigos, los cuales te han apoyado y soportado en tus malos momentos. Estás
conociendo gente nueva, algunos, con suerte llegarán a ser tus amigos y
permanecerán en tu vida, otros pasarán dejando atrás buenos y malos recuerdos.
También, afortunadamente, no eres
un inmigrante como fueron tus abuelos, hablas cada dos días con tu familia, que
siempre te pregunta cómo te va, y si necesitas algo. Tu madre coge el teléfono
al primer tono, si no cuelga sin querer en el intento. Tu hermana te manda
fotos de tu perro y tu padre, ¡oh milagro! Está aprendiendo a usar el teléfono
móvil.
Por supuesto tus amigos siguen ahí,
más lejos pero al lado. Seguís hablando durante horas por el mismo estúpido
grupo de Whatsapp, pasando chorradas, contándote que si una quiere matar a su
jefe o que si el otro ha encontrado algún chiste de humor negro… por
describirlo suavemente. Lo mismo de siempre, y aunque sea a cinco mil kilómetros,
se agradece.
La distancia, si sirve para algo,
es para demostrarte quien está a tu lado pase lo que pase. Alguien dijo (y si
nadie lo ha hecho yo reclamo la patente) que el hogar no es un lugar, sino la
gente que siempre te acompaña y que hace tu vida mejor. No estás sólo, no
realmente, y nunca lo estarás mientras tengas a esa gente pensando en ti. Estas
lejos, que no es lo mismo. Estas viviendo una aventura, no un secuestro. Estas
tratando de buscarte la vida, no malgastándola.
Has conocido gente que lleva aquí
años y son felices. Han prosperado, han encontrado nuevos amigos, pareja, un pub
donde ir tras el trabajo, un rincón favorito de la ciudad. También estas
conociendo gente nacida aquí, que te ayuda y te guía. Buena gente, cómo alguna
que está a muchos kilómetros y que hacen que Canarias siempre sea tu hogar. A
veces te encuentras gente mala, por supuesto, personas con la que quieres tener la
menor relación posible… nada nuevo bajo el sol, no podemos tener nosotros el
monopolio de la estupidez.
Ya es la hora de irte a trabajar,
la ducha te sienta bien, y el desayuno aún mejor. Te vistes, conectas los
auriculares al móvil y sales hacia el trabajo. De nuevo, eres afortunado y trabajas a menos de diez minutos
caminando de tu casa, otros tienen un largo trayecto en autobús. El pequeño
paseo y la buena música te acaban de levantar el ánimo. Ojalá hiciera buen
tiempo, pero muchacho, sabías dónde venías ¿no?
Comienzas un nuevo día, con nueva
gente, y nuevas esperanzas, sonriente sabiendo que, pese a que a veces me gane
el desaliento, estas avanzando.
PD: Este relato, aunque adornado y con algunos detalles ficticios, es una historia basada en hechos reales, en mi vida y en la de algunos que, como yo, decidieron dar un salto hacia el vacío buscando mejorar en su vida,
Magnífico relato. Emotivo y sincero y seguro que muchos se sienten identificados con él.. gracias por haber sabido plasmarlo tan bien. Un abrazo y enhorabuena!
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