Sarah Mbah tenía apenas siete años
cuando las “fuerzas de control” asaltaron su casa a las afueras
de Johannesburgo con la intención de capturarla. En menos
de cinco minutos la División de control sobre individuos con
habilidades especiales (C.D.I.S.A. en sus siglas en inglés) había
penetrado en su casa, la había capturado y encerrado en un vehículo
de transporte especial, mientras que arrastraban a sus padres a otro
vehículo policial.
Podía considerarse
afortunada ya que, por lo general, las fuerzas policiales solían dar
con los dotados cuando apenas tenían unos días de vida. Según el
artículo segundo de La Confederación de Gobierno Terrestre, todos
aquellos dotados de habilidades especiales debían de ser entregados
a las autoridades para su “acondicionamiento”. Nadie sabía en
que consistía esto, pero los recién nacidos jamás eran devueltos a
sus familias, por lo que no era extraño que estas trataran de
ocultar a las autoridades el nacimiento de niños dotados,
especialmente después de que el edicto de Sydney prohibiera tener
más de un hijo por familia para evitar la superpoblación. En menos
de cinco minutos la División de control sobre individuos con
habilidades especiales (C.D.I.S.A. en sus siglas en inglés) había
penetrado en su casa, la había capturado y encerrado en el vehículo
de transporte especial, mientras que arrastraba a sus padres a otro
vehículo policial.
Los siguientes días pasaron entre
controles psicológicos, pruebas médicas, sedantes y camillas
blancas. Multitud de médicos y enfermeras apuntaban constantemente
datos de ella en una pequeña tableta, y le pedían amablemente que
realizara algún tipo de prueba. Compartía habitación con una niña
rubia de unos tres años que no paraba de sollozar en silencio y
parecía incapaz de hablar. En ocasiones ocurría que los niños
dotados sufrían algunos conflictos psicológicos que les generaban
ese tipo de dificultades. En otras, simplemente morían al
despertarse las habilidades, por lo que el porcentaje de dotados que
alcanzaban los diez años de edad eran menos del cincuenta por ciento, especialmente entre los “no censados”.
Sarah averiguó
el nombre de su compañera cuando el segundo día una enfermera
trataba de convencerla amablemente para que comiera, mientras la
abrazaba y trataba de contener el llanto de la niña. Había algo en
la escena que la intranquilizaba, pero tardó bastante tiempo en
comprender que era: la aparente bondad y preocupación de la
enfermera se quedaban en su voz y sus gestos, pero aquellos hermosos
ojos verdes permanecían fríos y ajenos. Fue entonces cuando Sarah comprendió que
a aquella gente no le importaba nada el destino de ella o de
Elizabeth.
Tras una semana agotadora el médico
jefe la felicitó por su buen comportamiento y le dijo que todo había
ido bien, que era una afortunada y que su vida real comenzaría muy
pronto. Sarah no sabía que significaba aquello, y mientras se le
pasaban los efectos de los sedantes no paraba de rogar que le dejaran
ver a sus padres. El doctor le contestó que eso era imposible, pero
que se alegrara por sus padres, ya que de haber fracasado en sus
pruebas sus padres abrían ido a la cárcel acusados de permitir el
desperdicio de su capital genético. Por supuesto ella seguía sin
entender nada, pero le pareció que aquel hombre acaba de amenazar a
sus padres e hizo el esfuerzo de tranquilizarse, ya que no quería
que les pasara nada malo. La vistieron con un traje azul claro, que
la certificaba como dotada recién descubierta y la montaron en un
tren electromagnético en dirección norte.
Existían en todo el mundo quince
grandes ciudades-academia en la que los dotados eran entrenados y
educados. La academia que acogió a Sarah se encontraba en el la
costa norte de África, justo dónde se había fundado la antigua
Alejandría antes de ser arrasada por la armada británica durante las guerras del agua del 2.116 d.C. Ciento veinte años más tarde se
elevaba allí La Biblioteca, llamada así en honor del gran centro de
saber que se había levantado en el mismo lugar en la antigüedad.
Sarah observó asombrada los grandes
rascacielos de ferrocemento que surgían a la orilla del río
ocupando cada metro desde el Lago Adra hasta la antigua Necrópolis.
Pero el edificio mas espectacular era sin lugar a dudas la gran
pirámide de cristal plateado que sobresalía en el centro de la isla
de Pharos. Aquella inmensa y grácil mole de trescientos metros de
altura era el edificio desde el que se gobernaba todo el sector
africano, uno de las nueve grandes divisiones administrativas que
gobernaban el planeta tras la instauración de la Pax Máxima en el
2.130 d.C. Sarah no pudo evitar suspirar impresionada, aunque echara
de menos a sus padres, a sus amigos y a sus dos perros, lo cierto es
que aquel lugar era simplemente espectacular. Desde luego no parecía
un mal lugar dónde pasar los próximos once años de su vida, o eso
creía.
Los siguientes tres años de su vida
fueron terribles. La escuela infantil era un muy solitaria, con una
belleza aséptica y ordenada, en la que hasta el olor recordaba a un
hospital. Los compañeros con los que le tocó compartir escuela
habían sido educados durante toda su vida con el único objetivo de
responder a las expectativas de la confederación. Habían sido
entrenados para alcanzar su máximo potencial físico y psíquico,
así como para desarrollar sus capacidades extraordinarias, de modo
que cuestiones como la amistad les resultaban superfluas por
completo. Las jornadas eran agotadoras, desde el amanecer hasta bien
entrada la tarde se alternaban las clases físicas y teóricas, para
finalizar el día con varias horas con tutores especiales que les
enseñaban a controlar y desarrollar sus habilidades.
Las habilidades se dividían en tres
tipos diferentes, aquellas que se basaban en alterar las
características físicas del individuo, las que potenciaban las
capacidades intelectuales y las que se basaban en controlar la
materia. Oficialmente eran llamados grupos uno, dos y tres, aunque
los chicos solían autodenominarse “Físicos”, “Psíquicos” y
“Elementales” seguramente influenciados por alguna novela de
fantasía antigua o algún videojuego. Por supuesto, en su mayoría
esas habilidades eran muy débiles, y apenas los diferenciaban de los
humanos no dotados, pero de vez en cuando, uno cada cien mil,
uno cada generación, surgía un dotado superior que hacía dar un
salto cualitativo a la humanidad hacia el brillante futuro en el que
se asentaban las esperanzas de la confederación.
Al cumplir los 10 los niños eran
enviados a diferentes centros según sus capacidades. Algunos (casi
siempre “físicos”) estaban destinados a entrar en las academias de las
fuerzas del orden, otros recibirían unos estudios científicos
superiores y los menos serían destinados a la escuela interna, aquellos
que por sus capacidades físicas, mentales o elementales, eran
considerados aptos para ser los líderes visibles del futuro,
aquellos que debían inspirar a las siguientes generaciones. Y fue a
esta última a la que enviaron a Sarah, ya que se consideró que su
capacidad para analizar datos y extraer conclusiones sería muy útil
para los gobernantes y generales confederados.
Algunos de sus
profesores lamentaban que se destinara a esa tarea a una psíquica
cuya capacidad matemática le permitía incluso prever las
actuaciones de las personas si se le daban suficientes datos para
ello, ya que era capaz de extrapolar multitud de elementos no
matemáticos en complejas ecuaciones y sacar de ellas resultados
aplicables a la realidad. Según su tutor era la matemática más
talentosa que había pasado por su escuela, y una clara candidata a
ser uno de esos “elegidos” sobre los que se enseñaba a los niños y se emitían documentales en las pantallas de todo el mundo. Sin embargo, los intereses de la escuela interna
prevalecieron y se le otorgó el traje gris y blanco que era propio
de los alumnos de esa selecta organización.
Una de las principales asignaturas
dentro de la escuela interna era Historia, en la que los alumnos
aprendían los orígenes y pilares fundamentales de la confederación.
En una ocasión el profesor estaba contando por enésima vez cómo,
tras las guerras por el agua de inicios del S. XXII, la humanidad
había perdido casi un tercio de su población total y de gran parte de los recursos naturales, y cómo habían
surgido los dones de forma espontánea en la humanidad.
—“El primer dotado resultó ser un
chico de La India, que podía levantar su propio peso 4 veces sin
apenas sudar, y tras él vinieron otros muchos. Aquella situación
amenazaba con acabar con la reciente paz, y muchos países temían
que alguna nación usara a sus dotados para comenzar una nueva
guerra. Fue por esto que se decidió crear el sistema de academias
para controlar a los dotados e impedir que un país pudiera usar a
sus dotados contra otro.”
Aquello era algo que todos los niños,
incluso los no dotados sabían, era parte fundamental de la
educación, sin embargo, lo que vendría a continuación no solía
debatirse en las escuelas públicas.
—“La aparición
de La Confederación Terrestre fue un paso lógico después de esto.
Con las academias desapareció la idea de nación. De repente se creó
una elite que era conciente de que en realidad todos los humanos
debían de ser iguales sin importar su origen, de modo que las
naciones fueron sustituidas por la confederación y se instauró la
escuela interna para el buen gobierno de esta. Por supuesto el
proceso no siempre fue pacífico, en recién nacido Imperio
norteafricano, Estados Unidos del Este y La Unión Neosoviética se
mostraron en contra, pero debilitados como estaban por la guerra no
fueron capaces de resistirse al espíritu reformista. Después de dos
años de duras negociaciones y algunas escaramuzas menores La
Confederación Terrestre sería una realidad absoluta.
Por supuesto
algunos grupos secesionistas y radicales seguían manteniendo que
todo eso era una locura, y que los dones eran producto de unas
investigaciones genéticas por parte de La Unión Europea y de La
República Popular China, las grandes derrotadas de las guerras del
agua. Sin embargo esto jamás ha sido probado y hoy en día los
historiadores lo consideran algo ridículo
Gracias a la
aparición de este nuevo sistema, la sociedad ha alcanzado un punto de
bienestar jamás alcanzado antes, y ya no hay ciudadanos esclavos
cómo en la antigua Roma, ligados a sus señores cómo en La Europa
medieval o destinados a trabajar a sol a sol cómo durante la
revolución industrial. Los diferentes sistemas económicos siempre
se han basado en aprovecharse de un grupo humano por el bien de otro,
algo con lo que ha acabado la sociedad actual…”
—Pero señor
Antío —Dijo una alumna, interrumpiendo la clase, algo sumamente
poco habitual— En la sociedad actual, ¿no somos los dotados unos
privilegiados que tenemos todo el poder? ¿Eso no nos convierte en el
grupo opresor y a los no dotados en nuestros esclavos?
—Por supuesto
que no, ya que, mientras que en tiempos anteriores lo que se buscaba
era el beneficio de esos grupos afortunados, en nuestra sociedad
nosotros gobernamos para ellos y los guiamos en busca de un ideal de
sociedad cada vez más próspera e igualitaria.
—Mmm…
comprendo señor.
—Bueno, por hoy
hemos terminado — acabó el profesor, cinco minutos antes de la
hora habitual— Recuerden traer leídos para mañana los próximos
quince artículos de edicto de Sydney por favor.
….
Horas después el profesor Antío
mantenía una conversación a través de la red confederada con el
decano de La Biblioteca y el gobernador del sector africano.
—Si señor, lo comprendo, pero…
¿No se puede hacer nada? Es realmente prometedora, podríamos
desplazarla a otra escuela.
—Me temo que no, ya es tarde, y esas
ideas son muy peligrosas.
—Sólo era una pregunta, ni siquiera la
desarrolló en profundidad y la abandonó rápidamente.
—No desconfiamos de su capacidad
cómo profesor, pero no podemos arriesgarnos, este momento es muy
delicado, no podemos permitirnos esas ideas subversivas. Una pequeña
semilla puede convertirse en un árbol, y este puede tener frutos
envenenados.
—Comprendo, supongo que ya es
demasiado tarde para ella.
—Exacto, mañana por la mañana no
estará en su cama, la sección especial de la C.D.I.S.A. se
encargará de ello. El señor decano ya tiene los papeles en orden, y
si algún alumno pregunta usted dirá que la chica a sido trasladada
a la academia de Berlín. Si realmente era tan brillante, eso no
resultará tan extraño — Tras esto el gobernador cerró la
conversación sin despedirse si quiera.
El profesor no pudo evitar un
escalofrío al pensar en los escuadrones negros, tal cómo llamaban
los rumores a las secciones especiales de las fuerzas de control, y
que eran las encargadas de realizar las tareas “que debían
hacerse” usando el eufemismo habitual. Antío, además, observó
que el gobernador ya hablaba en pasado de su alumna.
—Perdone profesor, pero necesito los
datos completos de la chica para poder acceder a su perfil y
borrarlo. — Pidió el decano, interrumpiendo las reflexiones de
Antío.
—Por supuesto, disculpe. Elizabeth Autumn,
de Johannesburgo, señor.
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