jueves, 21 de enero de 2016

Cuentos antiguos.

          El valle de Khorin es uno de esos lugares sin interés para nadie salvo para aquellos que viven en ellos. Ninguna ruta comercial importante cruzaba aquellas montañas, no se producía nada especialmente importante y su suelo no era fabulosamente fértil. En ocasiones las mareas de la guerra y la política inundaban aquel suelo, pero al descender todo volvía a su lugar. Todo lo importante, al menos.
          
           Los ancianos decían que cuando eran jóvenes podías despertar siendo miembro de un poderoso imperio una mañana, haber sido conquistado por algún jefecillo guerrero a media semana y, tres días después, ser un fervoroso seguidor de algún profeta de tres al cuarto. Todo eso sin que todo ello cambiara para nada la vida de los lugareños, salvo en que eran bastante más pobres, ya que cada gobernante venía con sus recaudadores de impuestos, los únicos que realmente se preocupaban por aparecer regularmente por el valle.
     
           Aunque hay varias aldeas por toda la zona, la única población importante estaba a los pies de las montañas del norte y se llamaba Garel, en honor a los primeros habitantes del valle. Nadie sabía cuando habían llegado los garelianos, ni como había construido aquel pueblo ni la fortaleza que se erigía en la pared de la montaña. Las construcciones antiguas parecían surgir directamente desde las raíces de roca del suelo, sin que los bloques de piedra pudieran distinguirse unos de otros, como si crecieran así de forma natural. La inquisición había declarado que la fortaleza de Garel y la decena de pequeños templos repartidos por el valle adoraban a antiguos dioses heréticos y debían de ser abandonadas a su suerte, para que se deshicieran en polvo con el tiempo gracias al poder divino, aunque las construcciones parecían empecinadas en resistir. 

         El único motivo por el que la iglesia permitía que Garel siguiera habitado era por su situación privilegiada que controlaba el único paso que cruzaba la cordillera de Erath. Más allá del paso había un profundo bosque que se extendía durante días de marcha, y después, tan sólo un páramo helado de cientos de kilómetros hacia el este. Ninguna misión de exploración había vuelto, aunque las antiguas leyendas decían que los garelianos habían llegado de más allá de la tundra helada, huyendo hacia en este en busca de nuevos territorios, escapando del frío.

        La familia de Marcus había vivido en una granja en las afueras de Garel durante muchas generaciones, trabajando la tierra y tratando de prosperar y salir adelante. El padre llevaba toda la mañana dando de comer a los animales y preparando las herramientas para el trabajo cuando su mujer la llamó para comer. En la mesa lo esperaba su mujer Alicia, su hija menor, Yolanda y Marcus, el hijo mediano, que aún estaba convaleciente por una grave enfermedad que había estado apunto de llevárselo, por lo que no había podido ayudarlo en las tareas de la granja en las últimas semanas. El mayor, Ángel, había ido temprano a comprar víveres al pueblo y no volvería hasta el anochecer.

         
          El almuerzo fue tan magnifico cómo siempre, y Dale pensó que sin duda su esposa podría hacer auténticas maravillas si no tuvieran una despensa tan menguada después del invierno. Marcus se acercó a él mientras estaba recostado, descansando un rato antes de volver al trabajo.

— Padre, ¿puedo preguntarle algo?

           Dale, abrió los ojos y arqueó una ceja, acostumbrado a las inquietudes intelectuales de su hijo, algo poco habitual en los jóvenes del valle.

— Claro hijo, ¿Qué quieres?
— No se bien como decirlo… ¿puede hablarme de los dioses?
— ¿De los dioses? Bueno, ¿por qué no esperas a que acabe la semana y vayamos al templo? Seguro que el sacerdote podrá contestarte mejor tus dudas.
— No, no hablo de Ra, el dios del imperio. He ido a las clases dominicales y el sacerdote me ha contado su historia, hablo de los dioses antiguos, de los dioses de los garelianos. Quiero que me hable de los dioses de su padre.
— ¿De mi padre? Mejor di del abuelo del abuelo de mi abuelo, hace cientos de años que nadie cree en los dioses antiguos. ¿Por qué quieres saber de ellos?
— Simple curiosidad — Contestó Marcus  — Por favor, me interesa bastante.
—De acuerdo, pero te aviso que no se mucho, tan sólo algunos cuentos y leyendas. De hecho conozco sólo los principales, porque los garelianos tenían decenas de dioses.
—Cuénteme lo que sepa padre, se lo agradecería.
—Bien... veamos

           Lo primero que debes saber es que los nombres de los dioses antiguos se han perdido, ya que sólo los sacerdotes de cada dios conocían su nombre auténtico, con el que podían invocarlo y pedirle que intercedieran por ellos. Según mi abuelo aquellos sacerdotes tenían poder para cambiar el terreno, curar a los moribundos e incluso invocar la tormenta desde su mano. Por supuesto seguramente son cuentos, ya te he dicho que todo eso son cosas que él nunca vio, pero si que creo que los garelianos estaban mas cerca de sus dioses que nosotros.

          Según las historias existían muchos dioses: dioses de la naturaleza, de la familia, dioses guerreros, dioses de la sabiduría… sin embargo habían seis dioses supremos. Te contaré la historia tal como la recuerdo:

              Los dos hermanos gemelos, los primeros en nacer del vacío, están sentados en dos tronos en la cima de la montaña mas alta del mundo. En un trono, el anciano de barba cana mira hacia el oeste, hacia la noche y hacia el invierno. En el otro trono, el niño de hermosa melena pelirroja mira al este, hacia el día y hacia el verano. Según dicen, el primero usa un bastón tallado del primer árbol para apoyar sus cansados brazos, mientras que el segundo juega con una gran espada forjada con el hierro expulsado por primer volcán que moldeó el mundo. Eran adorados y respetados por todos los dioses y ellos controlaban el movimiento de los cielos y del tiempo.            
             
En los bosques vive “La Señora de la foresta”, la siguiente en poner el pie en el mundo, justo un segundo por detrás de sus hermanos y esposos gemelos. Junto a ellos creó la vida salvaje y las corrientes de agua. Decían que vive danzando entre los bosques, acompañada por un búho y un zorro dorado. Por dónde pisa nacen nuevos brotes y allí dónde se oye su voz la primavera pervive. Todos los garelianos la amaban y respetaban, aunque también era temida ya que la vida salvaje siempre tiene dos caras y puede ser peligrosa incluso sin quererlo.

             De el siguiente no sé mucho, pero según mi abuelo era muy temido y se hablaba poco de él. Fue el último en surgir del vacío por elección propia y pese a esto los garelianos creían que en realidad era el más anciano. Decían que andaba por los caminos de forma pausada y era el único que nunca había estado atado a ningún tiempo o lugar. Es el único que no tiene nombre para llamarlo ni sacerdocio que le adore pues nadie quiere tener que ver con el señor de la muerte y podredumbre. Con apariencia de anciano decrépito pero con una fuerza imposible de vencer, en ocasiones se le puede ver caminando encapuchado, cantando con una voz profunda y hermosa, una trampa para cualquiera que le preste oídos.
           
            El dios más adorado por los garelianos, pese a ser el único que no atiende a los ruegos ni rezos es “El Exiliado”, también llamado “El Creador”. Surgido de la imaginación de los cuatro grandes, el exiliado habitó durante milenios entre las estrellas, como cualquier otra criatura, siendo la creación más amada por los otros dioses. Tantos fueron los dones que recibió que decidió crear el mismo un pueblo al que devolver tanto amor, y fue así como fueron creados los humanos. Sin embargo sus padres se horrorizaron pues había creado a esas criaturas sin contar con su consejo ni su poder, por lo que eran criaturas imperfectas, que traerían consigo el desorden a la creación de los cuatro primeros, sin capacidad para crecer o morir, los humanos estaban a punto de ser destruidos por los otros dioses cuando el creador se interpuso entre ellos y el puño justiciero de los dioses y rogó por su salvación, ya que aunque él mismo estaba horrorizado por su creación, era injusto que fueran destruidos por sus errores. Fue así como los cuatro primeros accedieron a otorgar sus dones a los humanos, y estos pudieron integrarse en el mundo sin poner en peligro la creación, dotados de la capacidad de crear vida, de morir, y de elegir su camino en el proceso. Tras la crisis, el dios se dio cuenta de que si seguía en el mundo la tentación de volver a crear sería demasiado fuerte y pondría de nuevo en peligro al mundo, por lo que decidió auto exiliarse, para gran pesar de su pueblo.

             "El Guardián" fue el hermano menor del creador. Fue este el que le enseñó la belleza del universo junto a el exploró toda la creación. Fue sin duda el dios que mejor conoció los secretos del universo, más incluso que sus padres, y aunque su poder no le permitía alterar o recrear la creación de estos, decidió que sería él el encargado de proteger el mundo, ya fuera de los peligros nacidos del vacío, o bien de cualquier criatura malvada y peligrosa. Para los garelianos era el dios de la guerra y de la justicia, el encargado de castigar a los criminales y proteger a los débiles. Además, justo antes de partir, el creador le pidió a su hermano que extendiera su vigilancia a los humanos, pues sabía que existen males que ni siquiera los dioses conocen y sus criaturas necesitarían ayuda en su ausencia. El vigilante, que compartía el temor, prometió mantenerse a la espera de cualquier peligro y soplar su cuerno para alertar a los humanos cuando el enemigo llegara.


 
          Mi abuelo me habló de algunos más, el herrero, el soñador, los amantes y algunos otros pero eran poco importantes y ya mi abuelo sabía poco de ellos. Puede que el anciano Morel de la granja vecina pueda contarte más historias, aunque no creo que sea bueno que vayas preguntando estas cosas, ya sabes que los curas son un poco sensibles, podrías ganarte un buen cogotazo si el sacerdote te escucha hablado sobre estos temas. Pero dime ¿por qué me preguntas sobre los dioses?

—Por nada importante — Contestó Marcus tras una ligera duda, encogiéndose de hombros.
—No me engañes, has encontrado algún libro de tu abuelo en el desván o algo así ¿verdad? —añadió cariñosamente su padre.
— Que va, es una tontería en serio, es que anoche tuve un sueño sobre uno de esos dioses, supongo que había oído alguna vez algo sobre ellos, aunque no recuerdo cuando.
— ¿Un sueño? Que raro... ¿y con cual soñaste?
— Por su descripción creo que fue “El Guardián”.
— Y... ¿Que pasaba? — Preguntó Dale con un tono extraño.
— No pasaba gran cosa, simplemente él estaba de espaldas, mirando hacia el cielo apoyado en un árbol. Cuando traté de acercarme desapareció, sentí que aparecía a mi espalda. Intenté darme la vuelta pero no pude, no llegó a tocarme pero de algún modo me impidió mirarlo. Entonces me dijo una palabra, no recuerdo cual, y me desperté. Como dije, era una tontería, sólo tenía curiosidad.
— Bueno hijo, son sueños simplemente, en otro momento volvemos a hablar, déjame descansar un rato ¿vale?
— Gracias padre, que descanse.

        Mientras su hijo se alejaba, Dale permitió que la inquietud que sentía llegara a su expresión. Había una historia sobre los dioses antiguos que no había contado a su hijo, algo que su abuelo le había relatado cómo una canción infantil, como una nana para dormir a los niños.

 Ve a la cama a descansar mi niño,
y no huyas de los dioses.
Estos te conocen, 
y saben lo que en la vida te espera.
Sueña con el anciano, cariño mío,
y largos años vivirás.
Duerme y mira al niño,
y hermano pronto tu tendrás.
Si la dama en sueños te visita
el amor sin duda conocerás.
Soñar con el creador,
descanso reparador te dará.
Ver al vigilante,
Guerra, muerte y sangre traerá.

         
           A muchísimos kilómetros, sentado en una alta rama, una figura ataviada con una armadura de cuero oscuro que parecía rielar y adaptarse a las sombras, vigilaba más allá de los límites del bosque. Sus cambiantes ojos, que pasaban de ser unos hermosos ojos humanos de color violeta a otros sesgados y amarillos semejantes a los de los reptiles observaban sin descansar buscando las señales que tanto temía, y por primera vez estaba encontrándolas. Nervioso, jugueteaba con un largo cuerno que tenía entre sus manos, sabiendo que muy pronto llegaría el momento de llamar a las armas a aquellos destinados a luchar por la supervivencia de la humanidad.


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