¿Alguna vez te has despertado a media
noche y has sentido miedo?
Piénsalo, no mientas, te ha pasado.
¿Verdad?
Y ese miedo, ¿a que se debe? Estás
en tu habitación, el lugar del mundo que mejor conoces. Todas y cada
una de las cosas que te rodean han sido colocadas ahí por ti,
seguramente puedes estirar la mano y coger lo que necesitas sin
pensar en ello, y sin embargo, ahí sigues, aterrado bajo las mantas.
Probablemente a tu lado está tu pareja, y tras la pared, en la
habitación de al lado, tus padres o tus hijos, y sin embargo su
presencia no te tranquiliza, sigues sintiendo miedo ¿Por qué?¿Qué
te pasa?¿Que ha cambiado?
Sólo hay algo nuevo, algo que no
controlas, la oscuridad. El miedo a la oscuridad ataca directamente a
nuestros instintos, es un miedo animal, que sobrepasa las murallas de
la racionalidad. La oscuridad no puede hacerte daño, pero da igual
lo mucho que te lo repitas, el miedo siempre volverá. Puedes
devolverlo a las cavernas de tu alma durante un tiempo, pero algún
día, sin esperarlo, fallará la electricidad, o te despertará un
ruido extraño y ahí estará de nuevo, al acecho.
Es difícil no sentir miedo cuando no
sabemos qué nos rodea, cuando no sabemos qué puede pasar. Es por
eso que no hay mayor oscuridad que el futuro, el no saber qué pasará
mañana, qué será de nuestras vidas. Ambas cosas nos producen el
mismo tipo de miedo irracional.
Muchas veces nos encontramos al borde
de la oscuridad: al terminar el instituto y estar a punto de entrar
en la universidad, al acabar la carrera, cuando creemos que alguien
nos empieza a gustar, antes de comenzar un trabajo, antes de
abandonar a nuestra pareja, antes de mudarnos a otro lugar... En
estas ocasiones es cuando nos sentamos al borde del abismo y sólo
vemos oscuridad.
A nuestras espaldas, la luz cubre
nuestro pasado, lo vemos todo con claridad, nuestras familias,
nuestros amigos, el amor... Es fácil ver todo lo que hemos hecho y
pensar: “en esto me equivoqué” “En aquel momento debí haber
hecho esto otro” “Debí haber sido más valiente” A la luz de
la experiencia vemos nuestros fallos y nuestros aciertos. En frente
nuestro, sin embargo, sólo hay incertidumbre.
Nadie puede saber que pasará en el
futuro, es la oscuridad más impenetrable. Así que corremos el
riesgo de quedarnos allí sentados, aterrorizados de avanzar, de
saltar a la oscuridad. A muchos les pasa. A mi me ha pasado.
Como digo, es imposible no tener miedo
al futuro. Pero hay algo que, si tienes suerte, llegas a comprender.
Esa oscuridad que se extiende ante ti, no es más que tu propia
sombra. Las alegrías y experiencias del pasado brillan a tu espalda,
y es tu propia sombra, la sombra de lo que has vivido, la que te
asusta y no te deja avanzar. Nadie sabe que pasará mañana, pero la
oscuridad no la pone el futuro, la pones tú mismo. Es algo natural y
no se puede evitar, pero si que hay una forma de despejar las
sombras, seguir avanzando.
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