jueves, 18 de febrero de 2016

Oscuridad

¿Alguna vez te has despertado a media noche y has sentido miedo?

Piénsalo, no mientas, te ha pasado. ¿Verdad?

Y ese miedo, ¿a que se debe? Estás en tu habitación, el lugar del mundo que mejor conoces. Todas y cada una de las cosas que te rodean han sido colocadas ahí por ti, seguramente puedes estirar la mano y coger lo que necesitas sin pensar en ello, y sin embargo, ahí sigues, aterrado bajo las mantas. Probablemente a tu lado está tu pareja, y tras la pared, en la habitación de al lado, tus padres o tus hijos, y sin embargo su presencia no te tranquiliza, sigues sintiendo miedo ¿Por qué?¿Qué te pasa?¿Que ha cambiado?

Sólo hay algo nuevo, algo que no controlas, la oscuridad. El miedo a la oscuridad ataca directamente a nuestros instintos, es un miedo animal, que sobrepasa las murallas de la racionalidad. La oscuridad no puede hacerte daño, pero da igual lo mucho que te lo repitas, el miedo siempre volverá. Puedes devolverlo a las cavernas de tu alma durante un tiempo, pero algún día, sin esperarlo, fallará la electricidad, o te despertará un ruido extraño y ahí estará de nuevo, al acecho.

Es difícil no sentir miedo cuando no sabemos qué nos rodea, cuando no sabemos qué puede pasar. Es por eso que no hay mayor oscuridad que el futuro, el no saber qué pasará mañana, qué será de nuestras vidas. Ambas cosas nos producen el mismo tipo de miedo irracional.

Muchas veces nos encontramos al borde de la oscuridad: al terminar el instituto y estar a punto de entrar en la universidad, al acabar la carrera, cuando creemos que alguien nos empieza a gustar, antes de comenzar un trabajo, antes de abandonar a nuestra pareja, antes de mudarnos a otro lugar... En estas ocasiones es cuando nos sentamos al borde del abismo y sólo vemos oscuridad.

A nuestras espaldas, la luz cubre nuestro pasado, lo vemos todo con claridad, nuestras familias, nuestros amigos, el amor... Es fácil ver todo lo que hemos hecho y pensar: “en esto me equivoqué” “En aquel momento debí haber hecho esto otro” “Debí haber sido más valiente” A la luz de la experiencia vemos nuestros fallos y nuestros aciertos. En frente nuestro, sin embargo, sólo hay incertidumbre.

Nadie puede saber que pasará en el futuro, es la oscuridad más impenetrable. Así que corremos el riesgo de quedarnos allí sentados, aterrorizados de avanzar, de saltar a la oscuridad. A muchos les pasa. A mi me ha pasado.

Como digo, es imposible no tener miedo al futuro. Pero hay algo que, si tienes suerte, llegas a comprender. Esa oscuridad que se extiende ante ti, no es más que tu propia sombra. Las alegrías y experiencias del pasado brillan a tu espalda, y es tu propia sombra, la sombra de lo que has vivido, la que te asusta y no te deja avanzar. Nadie sabe que pasará mañana, pero la oscuridad no la pone el futuro, la pones tú mismo. Es algo natural y no se puede evitar, pero si que hay una forma de despejar las sombras, seguir avanzando.

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